Aviso: en este texto voy a mencionar casos de abuso sexual y detalles gráficos. Si sos menor de edad o si sufriste abuso sexual, recomiendo que reconsideres leerlo o lo hagas con la contención adecuada.
Las películas de gimnasia en mi época eran en VHS y dobladas al español. Recuerdo cuando mis entrenadores suspendían el entrenamiento de vez en cuando para que miráramos Alcanzar el cielo, también conocida como “la película de Corina”. Es una de las más vistas en el mundo entero y alimenta el imaginario de gimnasta rebelde que lucha por llegar a los Juegos Olímpicos. Esto ya no es así. De un tiempo a esta parte, cada vez que alguien me dice que vió una película de gimnasia, sé que me habla del documental de HBO. Y dentro de poco, será Atleta A.
Quizás algún incauto/a le de play esperando una ficción al estilo McKenna. No sólo no es ficción, sino que muestra la triste realidad que hay detrás de los sistemas de alto rendimiento de los países con mayor éxito en la gimnasia internacional. Se centra en el caso de abuso sexual más famoso en la historia del deporte estadounidense y retrata la cultura que permite que haya sucedido durante décadas sin que se hayan tomado medidas efectivas. Pone énfasis en la experiencia de la gimnasta y en cómo los adultos a cargo y las organizaciones les fallan muy a menudo, si no a diario. Esto va más allá del caso particular (e incluso más allá del deporte) y es mucho más común de lo que uno quisiera creer. Por ejemplo, grandes nombres de la gimnasia británica se pronunciaron luego de ver el documental dando a entender que planean organizarse para denunciar situaciones similares en sus países.
Busqué un momento adecuado para ver el documental. Ya había visto En el corazón del oro, había escuchado el podcast Believed y había seguido todo el caso en tiempo real. Creía que me sabía la historia al pie de la letra, aunque siempre hay detalles que se vuelven confusos con el tiempo. De todas formas, enfrentarme de nuevo a material audiovisual de los juicios e interrogatorios me inquietaba, al igual que salir de la burbuja en la que a veces los fans estamos inmersos donde lo que importa es la performance, no lo que sucede por atrás. No estaba equivocada: la película me movió más de lo previsto y me trajo muchos recuerdos que de a ratos logro pretender que nunca sucedieron.
A mediados de 2016 me decidí a hacer el curso internacional de jueces en el siguiente mes de enero, aprovechando las vacaciones de mi trabajo. Por calendario me tocó ir a Indianápolis, nada menos que la ciudad donde se encuentran las oficinas centrales de USAGym y apenas unos seis meses después de la nota del Indystar que desató la tormenta. Fue confuso ir en ese momento a un curso dirigido por la misma organización que estaba en pleno escrutinio público. Por ese entonces ya se conocían muchos casos y de nombres reconocidos en la escena internacional. Había cierta tensión en el aire, pero el foco para mí y para la mayoría era otro.
En un almuerzo entre varios entrenadores/as y jueces de gimnasia de varios países surgió el tema del caso Nassar. Yo era nueva en el ambiente y sorprendentemente callada. Quienes me conocen en persona saben que no es mi estado natural, aunque sí lo es cuando me siento fuera de lugar o aún estoy estudiando el terreno. No recuerdo exactamente el transcurso de la conversación, pero uno de los entrenadores era bastante radical en su postura y dijo (con otras palabras) “Mattie Larson hizo la denuncia porque se quiere vengar de Marta, porque la dejó afuera del equipo”. Mattie era una de las denunciantes de Nassar y más adelante en el juicio denunciaría la cultura de abuso general de USAGym. De nuevo: no recuerdo cómo la conversación llegó a ese lugar, pero recuerdo que para mí fue un punto sin retorno.
En ese momento se invirtieron los roles. El resto de la mesa quedó callada y quedamos el entrenador y yo mano a mano discutiendo al borde del respeto. Intenté ser lo más mesurada posible al explicar la experiencia de cualquier persona, sobre todo mujeres, cuando sale al mundo a decir sus verdades más íntimas. No sólo no logré hacerle entender, sino que recibí otro golpe: “a veces en los entrenamientos tocamos a las gimnastas sin querer y eso las puede confundir”. Atrás vino una respuesta automática, visceral. “¿De verdad creés que tus gimnastas no ven la diferencia entre que les toques la cola sin querer en un mortal para que no se caigan y que les metas un dedo en una camilla en un consultorio a puertas cerradas?”. Porque ese era el punto: no sólo su arrogancia e ignorancia, sino el hecho de que subestimara a sus propias alumnas. Esa mentalidad estaba a cargo de niñas y sigue estándolo hasta el día de hoy. ¿Qué haría esta persona si un día una de ellas le confiesa un abuso? Lo mismo que hizo USAGym, probablemente.
Tendemos a pensar que la cobertura mediática del caso que provocó reflexiones al nivel más alto del deporte mundial ayudó a cambiar ciertas posturas. Posiblemente sea el caso para muchos, pero no para todos. Apenas el año pasado viví una situación similar en un torneo en Uruguay, uno de los tantos a los que voy durante el año. Cuando llegué, pasé a saludar a algunas personas que ya estaban ahí y me comentaron que estaban charlando sobre el recientemente inaugurado organismo de Ética de la FIG. Respondí que me parecía bien que empezaran a tomar en serio las denuncias de abuso. “No”, me respondió uno de los hombres del grupo. “Lo bueno es que ahora van a descartar las denuncias falsas”.
Esta vez me agarraron con más herramientas: ya era juez internacional, ya había pasado por este tipo de episodios antes y estaba cursando una maestría en políticas públicas enfocándome en deporte. Le respondí cordialmente a qué se refería con denuncias falsas, dándole el beneficio de la duda. Por dentro me reí, porque decir eso después de que 500 mujeres ganaran un juicio contra un ex-médico parecía descabellado. Con total seguridad me respondió que habían “muchas” denuncias falsas. Lo rebatí con números: en Estados Unidos, 1 de cada 3 casos son denunciados y menos del 10% salen no probados o directamente falsos. En Latinoamérica sólo se denuncia el 5%. Pero, como la vez anterior, recibí otro golpe: “lo que pasa es que a veces los padres de una gurisa se enojan con un entrenador por cualquier cosa, ¿y qué hacen? Van y le hacen una denuncia”. Sinceramente me retiré porque me dió pena.
El descaro con el que me han dicho en mi cara con total seguridad este tipo de cosas (que encima pueden ser fácilmente rebatidas con una leída de algún artículo) me dió a entender que el ambiente de USAGym no es muy distinto al nuestro. Es cierto: la sociedad en general está teniendo un duro despertar con respecto al abuso, pero nuestro mundo es más pequeño y trabajamos con niñas en ambientes que las hacen muy vulnerables. Si las propias personas que están a cargo de grupos, clubes u organismos de deporte muchas veces no entienden cuáles son las señales y cómo se debe actuar (algunas por simple desconocimiento), qué dejamos para las gimnastas.
Les prometí una newsletter de gimnasia, y es lo que estoy intentando, pero este asunto es personal y por fuera del deporte. Lo más difícil para mí en los dos casos, con el entrenador y el señor del torneo, fue el poder que tienen algunas personas para invisibilizar el dolor ajeno. Con cada persona que me encuentro que no le cree a una víctima, real o potencial, encuentro a alguien que no me creería a mí si supiera lo que me pasó. Es una razón más que encuentro para no hacer una denuncia, ni pública ni formal, y eso que en mi caso no tiene nada que ver con deporte. Así se pueden sentir muchas gimnastas cuando se comenta a viva voz que se denuncia a entrenadores por venganza, que algo más habrá pasado, que quizás los padres se enojaron, que le van a arruinar la carrera.
Hace unos días hablaba con una colega sobre este documental y me comentaba que en Uruguay el peligro estaba más que nada en las casas de las niñas, haciendo alusión a que las cifras de maltrato y abuso infantil son alarmantes y se concentran en el ambiente familiar. Esto es una realidad, pero tampoco tenemos un panorama de qué sucede en los gimnasios para afirmar que esto no se repite. No se estudia, no se controla, y ese es el primer paso para que el día de mañana desayunes un titular de un caso. No tenemos un revenue de millones de dólares anuales ni decenas de sponsors, pero no hace falta: cada atleta, aunque sea una sola, es importante. Como dice mi madre a veces “podrá ser baja la probabilidad, pero si te toca, para vos va a ser el 100%”.
Si deciden ver la película, sean conscientes de que no sólo son personas reales, sino que representan a otros que están cerca de nosotros. Si en sus gimnasios no han tenido casos de maltrato o abuso, sepan que no están libres y debemos tomar consciencia de qué tipo de gimnasia y qué tipo de relación con las atletas queremos tener para poder prevenirlos. Negarlo es alimentar ese sistema y lo mejor que podemos hacer es educarnos al respecto. En nuestro caso, tenemos el poder de elegir qué personaje de la película queremos ser.
5 cosas que pasaron esta semana
Alemania hizo el primer torneo de la “nueva normalidad”, posiblemente el primero en el mundo. Es un interclubes, pero tratándose de este país, tiene el nivel de un clasificatorio europeo como mínimo. Pueden mirar el torneo completo en este link.
Nina Derwael anunció que quiere seguir entrenando hasta 2024. Siempre quiso vivir un mundial en su país, Bélgica, y va a tener la oportunidad de hacerlo en 2023. Como París es apenas un año después, planea intentar clasificar a lo que serían sus terceros JJ.OO.
He Kexin dió una entrevista en formato respuesta rápida, donde le preguntaron entre otras cosas quién es su ídolo/a de la gimnasia. Su respuesta fue “yo misma” y la verdad que respondería lo mismo si fuera He Kexin.
Adelantos y upgrades de la semana: MyKayla Skinner intentó un nuevo enlace en viga, Morgan Hurd hizo un Nabieva y Chellsie Memmel hizo un twist agrupado del lugar en viga.
El equipo Arkansas Razorbacks, dirigido por Jordyn Wieber, fichó a Felicia Hano como entrenadora asistente voluntaria para la temporada 2020-2021. Felicia fue gimnasta en la UCLA en la misma época en la que Jordyn era asistente y coach de suelo.